miércoles, 6 de septiembre de 2017

INVISIBLE

El inspector entra visiblemente enfadado en la sala de detenciones. Los dos agentes que han traído esposado al hombre que espera sentado tienen cara de circunstancias. Saben que no conviene molestar así al jefe, pero esto les supera.

- ¿Por qué está detenido? - pregunta el inspector a los agentes.

- Un altercado - dice el más alto -. Se puso violento en una tienda de ropa en un centro comercial y montó tal follón que acabaron llamándonos.

- ¿Cómo de grande el follón?

- Pues la dependienta aterrorizada, dos seguratas con los dientes por los suelos, percheros volando, ropa desparramada... lo habitual de un pirado. Lo redujeron entre seis y cuando llegamos ya lo tenían bien atado.

- ¿Drogas, alcohol, enfermedades mentales?

- Nada, señor, una persona normal y corriente.

- Entonces, ¿a qué vino semejante histeria?

- Dice que fue a comprar una camisa, que llevaba toda la tarde en el centro comercial y que cuando finalmente la encontró y quiso pagarla, la dependienta no quiso atenderle.

- ¿Es eso cierto?

- Hemos hablado con la chica y nos jura que no le vió. Que sólo se dió cuenta de que había alguien intentando pagar cuando empezó a ponerse violento y que, claro, le contestó mal, discutieron, llamó a seguridad... vaya, que la liaron bien liada. 

- ¿Y él qué dice?

- Que se puso a la cola, que sacó la tarjeta de crédito, que carraspeó, llamó, hizo gestos y que, sin embargo, la chica no quería mirarle. Que estaban a menos de un metro el uno del otro simplemente separados por el mostrador y que ella se dedicaba a ordenar el mostrador, recoger cajas, mirar papeles y cosas así. Entonces se puso a dar golpes y cuando la chica le recriminó y le dijo que no le había visto, él se puso a gritar que estaba harto de tanto ninguneo, saltó el mostrador, cogió unas tijeras, destrozó las tarjeta de crédito, prendió fuego a su cartera, machacó su teléfono... Cuando llegaron los de seguridad tenía ya media tienda patas arriba.

- Ya... - el inspector enarca las cejas, cansado -. ¿Y para un altercado de mierda me habéis hecho venir hasta aquí? ¿Es que no sabéis meter a este al calabozo y pasárselo al juez?

Los dos agentes se miran. El alto traga saliva y el otro busca pelusillas en la manga de su uniforme. Finalmente, el alto se decide.

- Verá, señor, es que no podemos identificarlo.

- ¿Cómo que no? ¿Y el dni, o las tarjetas o algo similar?

- Todo ardió, señor.

- ¿Y con las huellas, algo de antecedentes, su nombre?

- Nada. Y se niega a hablar.

- Algo lo definirá, ¿no?

- Bueno, señor - dice el más bajo - la verdad es que hemos buscado y no hemos encontrado nada. No es una mujer, no tiene menos de 35 ni más de 45 años, no es transexual, no está en paro, no vive en la calle, no es zurdo, no lleva gafas, no está enfermo, no es inmigrante, no tiene tatuajes, no tiene piercings, no tiene anillo de casado, no está en la base de huellas de criminales, ni de protegidos, no tiene barba, ni bigote, ni los dientes torcidos o perfectos, no lleva crucifijos, medias lunas, estrellas, símbolos religiosos de ningún tipo, no entró en tiendas de esoterismo, comida sana, deporte o estética, no tiene coche...

- Maldición - dice el inspector -, creo que ambos tienen razón: la dependienta no lo pudo ver.

- ¿Cómo puede ser eso, señor?

- Está bien claro: no es nadie.