Cuántas horas, cuánto esfuerzo, cuánto empeño en sacar adelante ese párrafo, esa línea curva, la composición de esa fachada, el color de la fotografía, esa nota con su acorde...
Cuánta vergüenza consumida, cuánto pudor perdido para preguntar, cuánto sufrimiento por aprender técnicas, movimientos, estilos...
Cuántas horas de sueño empeñadas en publicar, compartir, ordenar, dar forma y que alguien pueda oír esa canción, ver ese dibujo, disfrutar esos colores, saborear esa pintura, habitar esa casa, repetir hasta el aburrimiento esa poesía...
Cuánta vida derrochada para que, al final, cuando lo veas publicado, suene, se construya, se forje, se levante o, en definitiva, escape libre del control de tu parte creativa...
...te des cuenta de que no tienes ni una miserable gota de talento.