Hoy toca un cuento real, no una mentira: la historia de este pequeño libro.
El libro y su descripción más prosaica (tamaño, número de páginas, descripción, etc) aparece al pinchar en la imagen, pero esta entrada del blog no va de eso, no es una promoción de un producto (¡compra, compra!), sino de cómo, al igual que sucede en la maravillosa "Crónica de una muerte anunciada" (ese sí que hay que comprarlo), un hecho que nadie quiere que pase, pasa, incluso a pesar de saber que no debería pasar.
El mundo no necesitaba este libro, pero al final, ha salido así.
A lo largo de varios años, y normalmente cuando el reloj ya ha superado la barrera de las doce de la noche, recuerdas historias que no han pasado, mentiras que nadie te ha contado, aventuras que no han sucedido. Durante días o semanas revolotean por tu cerebro molestando, haciendo un ruido insoportable, así que las sacas de ahí con el sencillo método de escribirlas. Parece ser que, al convertirlas en frases escritas, se calman, supongo que porque han encontrado un sitio donde vivir mucho más cómodo que un cerebro arrugado, sinuoso, resbaladizo y lleno de ruido. Si lo piensas bien, un cerebro tiene una pinta bastante asquerosilla. Yo tampoco querría vivir ahi.
Al final, te encuentras con un montón de pequeñas vidas ficticias acumulando polvo digital en blogs minoritarios, discos duros perdidos en un cajón o en folios impresos medio rotos. Poca gente las lee, pero te animan a seguir y al final acabas tentando a la suerte en certámenes, concursos y sorteos literarios. Envías esas historias ya escritas, o escribes historias nuevas acordes a la temática de tal o cual concurso, y el número de mentiras escritas crece y crece.
Y un día ganas un certamen, y otro día eres finalista. Y puede que de verdad no estén tan mal y que merezcan tener una vida un poquito más amplia que ser leídas por cuatro (exquisitos) gatos, así que reúnes unos miles de palabras que tienes desperdigados por ahí y los envías a las editoriales sin ninguna esperanza, como cuando echas la lotería. Oye, si suena la campana...
Un día, una de ellas contesta por correo electrónico. Están interesados. ¡Están interesados! ¡HALAAAA! En fin, que a lo mejor te pilla esto más jovencito y se te desboca el corazón y te imaginas pasando por encima de Follet, Rowling, Pratchett, Gaiman, King, o cualquier superventas que tantos y tantos millones amasan, viviendo a tu aire como uno de esos millonarios que nos venden en la publicidad.
Pero no.
Aquí es donde deberías utilizar una expresión muy apropiada (tener el culo pelao), pero es un poco soez, poco elegante, y no la vas a usar. Dirás simplemente que tu barba ya es de color blanco y que te ganas la vida con otros menesteres mucho (¡mucho!) más prosaicos, así que a estas alturas, lo de creer en las hadas, los duendes, los unicornios y todo eso, lo dejas para los que viven de ello y prefieres seguir con los pies en el suelo.
Envías el material a la editorial (solvente, con solera, con buenas referencias) y te dicen que, vaya, que tus cuentos sí se pueden publicar, pero que primero hay que rellenar un cuestionario que, para abreviar, consiste en saber cuántos seguidores tienes en las distintas redes sociales. Así, entre risas (es que ya se ha visto el cartón de la cosa), rellenas la encuesta y les adviertes en la primera línea que no se molesten, que no tienes seguidores porque no tienes insta, ni tuiter, ni tiempo para prestarles atención, que haces esto por vicio, que ha sido un placer y que adiósmuybuenas, que fue bonito mientras duró.
Para el que no lo sepa, actualmente para encontrar un trabajo en el que haya implícita la difusión de un producto, te piden que vayas con una audiencia mínima que pueden ser, fácilmente, 20.000 seguidores en tuiter.
Pero, jo, oye, que al mes te escriben y resulta que te dicen que sí, que te van a publicar el libro. Te van a publicar el libro. ¡QUE TE VAN A PUBLICAR EL LIBRO! Y te mandan un contrato para que lo firmes. ¡La releche! Chúpate esa, Cervantes, que aquí va el tal Yoslec a por su hueco en la historia. No, perdón: en la Historia.
Y lees el contrato.
Ay.
Supongo que es un contrato tipo enviado por una máquina, ya que nadie (NADIE) ha hablado contigo, ni se ha presentado, así que lo lees atentamente y descubres que el trato que te ofrece esta editorial es, más o menos, el siguiente:
La editorial madre te deriva a una editorial subsidiaria residente en internet en la que, a cambio de un porcentaje ridículo de las ventas (supongo que el habitual, eso no importa), te comprometes a costear la publicación de tu libro, hacer la promoción y, además, te vinculas intensamente con ellos (ánimo, emprendedor, que tú puedes) mediante la compra de no sé cuántos ejemplares impresos que deberás vender por tu cuenta. Nada, hombre, sólo son unos cientos de euros. Luego, ellos lo colgarán en sus redes y, hala, a hacerte rico si alguien es capaz de encontrar tu enlace por ahí perdido en el fondo del océano digital. Maquetación, corrección y demás cosas sin importancia, se cobran aparte.
¡Tachaaaaaan!
Así que, pensando, pensando, puedes llegar a sospechar que si a este tipo de empresas le llegan unos cuantos manuscritos al mes y su respuesta sea la de que el autor invierta su dinero, resulte que este tipo de empresas se dediquen precisamente a cobrar por las ganas de publicar de los cientos de ilusos que enviáis manuscritos. Y eso puede ser realmente rentable.
Insisto en que te ganas la vida con otras cosas (mucho, mucho, mucho) más terrenales que eso de la literatura, así que lo de ganar dinero vendiendo libros es secundario (es más, la versión que se ha acabado publicando en kindleunlimited vale 0'00 €). De verdad, es secundario, que esto no te va a sacar de pobre. Por lo tanto, les contestas con una sencilla pregunta: Si no te conocen, si no te han visto, si no han hablado contigo, si no te corrigen ni las comas, si no te dirigen, si no te aconsejan, si no te promocionan, ¿cuál es su trabajo? ¿Venderte tus libros a ti mismo? Y, sobre todo, ¿qué diferencia hay entre lo que te ofrecen y una autopublicación en un gigante como KDP-Amazon, aparte de que en Amazon no te cobran por publicar?
Si esto te llega a pasar con dieciocho años, seguramente habrías picado. Habrías puesto dinero y todo tu empeño, ilusión y ganas, y a lo mejor incluso habría salido bien por pura chiripa, pero es algo muy difícil, sobre todo si no hay un editor que te conozca y te guíe.
Pasan los meses y como parece ser que el robot no sabe contestarte a esa sencilla pregunta, te planteas el reto de contestártela a ti mismo. ¿Cómo? Pues publicando por tu cuenta una recopilación de doce mentiras, a ver cómo se hace y qué resultado da.
Y así nace "Maquillaje, flores y otras mentiras", como una prueba de algo que nunca había estado planeado, pero una prueba que ha salido sorprendentemente bien y que te encantaría que alguien más leyera, aunque solamente fuera para que esas historias tuvieran otros lugares donde vivir. Son ciento veinticinco páginas en papel (no sé su equivalente en la versión digital), unas treinta mil palabras hechas de insomnio sin ninguna pretensión más que la de contar historias.
Para acabar, algo importante: Hay editores que sí son editores, gente que vive de dar voz al escritor y que sabe dirigirlo en la dirección correcta, y ojalá que gigantes como Amazon no acaben con ellos porque si no, la calidad literaria se cambiará por la cantidad literaria, y, aunque siempre es bueno que la gente escriba, también es bueno que escriba bien.
Y así ha sido la historia del nacimiento de este librito de bolsillo, sin más pretensión que la de mostrar cómo hay gente capaz de aprovecharse de la ingenuidad de otros, pero también que hay formas de seguir adelante sin recurrir a ellos.
Ah, y si alguien lee el libro, ánimo. Espero que le guste.