- ¿Y me dice usted que han secuestrado a su hija?
- ¡Sí, señor inspector!
- ¿Y que la han cambiado por otra niña similar?
- ¡Exacto! Ya sé que parece una locura, pero lo han conseguido. Poco a poco, pero lo han conseguido y queremos que vuelva nuestra hija.
- Ya... ¿y me puede explicar exactamente cómo es posible que hayan cambiado a su hija por otra igual?
-¡No es igual! Se le parece, sabe cosas que sólo mi hija sabe, tiene su color de ojos y a veces incluso parece ella, pero no han conseguido una copia perfecta y en muchas ocasiones se nota que no es ella. ¡Es otra!
- Tranquilo, hombre, tranquilo. Cuéntemelo desde el principio.
- Claro, sí, por supuesto. Creo que la cosa empezó hará hace como un año, un día que estábamos de paseo por la calle y vimos a aquella chica... Bueno, no, a esta, a la que es como mi hija, pero que no lo es. Estaba cerca de nosotros, pero se puso a hablar de una forma muy rara, y nos empezó a contestar con unas palabras muy extrañas. Alarmados, salimos en busca de nuestra niña y la encontramos al rato en el mismo sitio, jugando como siempre. Luego pasó lo de acechar por el pasillo de casa...
- ¿De casa? ¿Se metió en su casa una extraña?
- ¡Sí! ¡Es una locura, pero es cierto! De vez en cuando, al estar distraídos, veíamos pasar por el pasillo a esa extraña, con su mirada torva, su expresión de mal humor, con esa cara de desprecio al ver que la estábamos observando... ¡Y la ropa! ¡Qué ropa! Un horror. Alguna vez, cuando mi niña salía de casa veíamos por la ventana a esa extraña acechando en la esquina, con esa ropa estrafalaria, con ese pelo y esas uñas y riéndose de esa manera tan... tan... ¡no tengo palabras!
- ¿Y no intentaron evitarlo?
- ¡Claro que sí! Por todos los medios, pero ha sido imposible. A veces estábamos comiendo y se iba mi hija al baño y volvía esa loca histérica y malhablada para amargarnos la comida. Y cuando conseguía su objetivo se largaba dando un portazo. Asustados, corríamos a buscar a nuestra niña y muchas veces la encontrábamos encerrada en su habitación, ajena a todo lo sucedido. Otras veces estaba llorando, con un sufrimiento tal que nos rompía el corazón. Regalos, muñecas, tartas, pasteles, fiestas con las amigas para que estuviera feliz... ¡Ah, las amigas! ¡Les ha pasado lo mismo! Insoportables, a veces las veíamos y no las reconocíamos. Creíamos que a nosotros no nos conseguirían robar a nuestra niña, pero finalmente se la han llevado. ¡Y nos tienen que ayudar, por favor! Echamos de menos a nuestra niña y no soportamos a esta extraña, con sus horas de teléfono, sus encierros interminables, sus gritos, sus llantos, su mal humor... ¡así no se puede vivir!
- Ya... A ver cómo se lo digo, buen hombre: ¿ha oído usted hablar de la adolescencia?